
La otra noche me acosté al lado de Luisa para leerle antes de que se durmiera. Habíamos decidido que íbamos a releer un libro que un par de años atrás nos había encantado:
Natacha, del escritor argentino Luis Pescetti – que además se llama Luis, casi como ella.
El libro trata de una niña (argentina) que se las pasa discutiendo con su mamá, con su papá, con su amiga Pati y que tiene ocurrencias muy divertidas... Luisa se había reído como loca la primera vez que lo leímos y yo también (un poco del libro y otro poco de la risa de Luisa). La cosa es que el libro, que yo había comprado en Buenos Aires en algún momento, no aparecía por ningún lado y lo volví a comprar por Internet, esta vez de España.
Cuando empecé a leer sentí una inmediata sensación de extrañeza. El primer capítulo se llama "A un sitio" y empieza con Natacha diciendo: "Mamá, voy a un sitio". Qué raro que use la palabra sitio, pensé. Nunca lo había pensado antes en realidad. La palabra sitio es una palabra que existe en la variante argentina pero me sonaba raro en boca de una chica y en este contexto. Un chico argentino no diría: "mamá, voy a un sitio", diría, "mamá, voy a un lugar", pensé. Pero también pensé que quizás me equivocaba. Sin embargo, unos renglones más adelante, cuando la mamá le dice: "No recuerdo, Natacha" y Natacha le contesta: "...venga, si una vez te conté y tú me dijiste: 'Vale, ve'" (las cursivas son mías), confirmé mi primera impresión.
Luisa y yo nos miramos. Qué es esto, nos preguntamos. ¿Natacha, no era argentina? Bueno, qué importa, sigamos leyendo, dije, y seguí leyendo. Pero nada era gracioso esta vez. Natacha ya no era nuestra Natacha, los chistes no eran chistosos con esa nueva voz que no era la de ella.
Así es, los grandes grupos editoriales que dominan en mercado editorial, publican versiones de los libros en diferentes variantes. De modo que Natacha habla en diferentes variantes del castellano dependiendo de dónde se la edite.
En realidad, yo ya sabía que esto pasaba, no debería haberme
sorprendido. Pero sí, me agarró completamente de sorpresa. Y lo que más
me sorprendió fue el efecto que esta 'traducción' tuvo en nuestra
experiencia de lectura. Me quedé con la sensación de haber experimentado un verdadero choque cultural.
Si quieren leer un trozo de ese capítulo en la versión argentina, pueden entrar al sitio del escritor Luis Pescetti. Como ven, en la versión argentina, el capítulo se llama "A un lugar":
Y el diálogo que les mencioné antes dice así:
- No me acuerdo, Natacha.
- … dale, si yo una vez te dije y vos me dijiste, Bueno, andá. (las cursivas son mías)
Lo que una se puede preguntar es, entonces, ¿habrá Natachas cubanas, mexicanas, chilenas, chicanas?
***
Es mucho lo que se puede hacer a partir de un material de este tipo, muchas las preguntas que se pueden plantear desde diferentes perspectivas. Si bien ninguno de los trabajos que menciono acá abajo tratan directamente sobre este tema específico, pueden servirles para pensar alrededor de estas cuestiones:
En el 2009, Susanne Andrén, estudiante del nuestro Departamento, escribió una tesina sobre algunas traducciones de Pippi al castellano cubano y español. La pueden ver acá:
También está la tesis doctoral de Cecilia Alvstad, La traducción como mediación editorial (2005), que, muestra la función de las editoriales en la edición y publicación de libros para niños. Esta investigadora tiene varios otros trabajos sobre cuestiones de traducción. Entre ellos algunos sobre la traducción al castellano de "Den standhaftige tinsoldat" de Hans Christian Anderssen.
Y un par de artículos míos sobre traducciones de un cuento de Edgar Allan Poe a diferentes variantes y en diferentes tiempos:
- Edgar A. Poe en castellano y sus reescritores: el caso de “The Oval Portrait”
- Fantastiska översättningar. Genre, översättning och litteraturläsning på språkinstitutioner vid svenska universitet. En: Thorson y Ekholm (eds) Främlingsskap och främmandegöring. Förhållningssätt till skönlitteratur i universitetsundervising, s. 319-343