Nunca fui el dueño de mis cenizas, mis versos,
rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte.
Estar en Suecia un día como hoy es duro. Anoche
murió Juan Gelman y acá todo sigue como si nada. Los partidos políticos inician
su campaña electoral y la probabilidad que alguno de sus jefes o jefas cite un verso de
Gelman en homenaje a uno de los grandes poetas en castellano es inexistente. De
hecho, la obra de Gelman ni siquera está traducida al sueco. Aunque quién
sabe, quizás algún poema suelto, sí. Algún poemita.
Busco en
los diarios suecos y la noticia es insignificante: cinco renglones para contar
esta muerte que a mí me arrojó en un agujero de tristeza. Y lo que es más lamentable, esos renglones se limitan a dar sus datos biográficos. Nada de la grandeza de su oficio de poeta. Nada de cómo te llegan al alma sus escritos.
Juan Gelman, el poeta que logró conjugar la poesía intimista y la poesía política. No digo comprometida, porque a él no le hubiera gustado.